Por la rememoración -por cierto breve- que se ha ofrecido de la evolución del arte en América y en el antiguo Alto Perú, hoy Bolivia, se reitera que se conserve una herencia patrimonial que es producto de la simbiosis de dos culturas que, a través de los siglos, desde luego con luces y sombras en el andar de sus protagonistas, vence al tiempo y a las diferencias que pueden haber surgido en tan largo y apasionante periodo de la historia de la humanidad.

En un momento dado, y más aún si se habla del Nuevo Mundo, se puede afirmar que “toda tipología es universal y no exclusive de las sierras latinoamericanas, pero es aquí, sin embargo, donde la expresión es más enfática, más fuerte y más  genuina”.

Por ejemplo, al estudiar las relaciones entre el barroco europeo y el barroco hispanoamericano, se tiene que reconocer que “no ha sido una expresión de dependencia cultural, sino de una comunidad cultural entre América y Europa, pero ante todo entre España”.

En cuanto a Potosí, basta evocar esta coincidencia:

Francisco de Zurbarán, el grande pintor de Fuente de Cantos, Badajoz, nace en 1598 y muere en 1664 a los 71 años. Melchor Pérez Holguín, en Cochabamba, Alto Perú, viene al mundo en 1660 falleciendo en 1732 cuando frisaba en los 72 años.

Zurbarán y Holguín, casi contemporáneos, se dejan aprisionar por los temas religiosos. El uno, peregrinando por los conventos e iglesias de Sevilla, Guadalupe y Cordoba y el otro en la vastedad geográfica de los Andes donde Potosí le retiene durante su vida entera con sus templos de la Compañía de Jesús, San Francisco o Santa Teresa ... los dos, quizá sin imaginarlo, se enmarcan en la ondulante línea del barroco que les conduce a pintar lienzos de una “construcción impecable, sabia anatomía de las figuras y soberbia ejecución”.

En nuestros días tan próximos a un nuevo milenio y distantes ya por centurias de los tiempos de los grandes maestros  de las extremeñas sierras del Guadiana el uno y el otro, del argentifero suelo del “vale un Potosí” se va perdiendo la memoria de que lazos indestructibles nos unen, los mismos que deben ser rescatados como significación de “una sociedad llena de contrastes, como jamas hubo en Europa, pero cada vez más cohesionada por la posesión de sólidos ideales comunes”.

De la Casa de Moneda, se puede recordar que “si el Cerro Rico dió vida a su ciudad, monte y villa levantaron el grandioso edificio, que en el milagro de la evocación de España misma, unida en su destino por siempre a esta sierra áspera, de piedra y dolor, de plata y fastuosidad y convertida en Museo de Bolivia, andando los días es Casa de Cultura de América donde Cervantes Saavedra es señor y dueño porque el idioma es alma de unidad y hermanamiento...".

Y que mejor, incluir como figura central del tesoro artístico de este libro a La Virgen del Cerro, anónimo del siglo XVIII que entrelaza la expresión nativa con la religiosidad traída del Viejo Mundo, identificando a la montaña de plata con la Virgen María o “Maria Pachamama” que en Bolivia y Perú significa “tierra”.

Su iconografía, es por demás significativa.

En la parte inferior sobresalen los representantes de la Corona de España. Luego el Sumo Pontífice, un Cardenal y un Obispo, mientras que en frente hallase el inca Huayna Capac, décimo segundo soberano de la dinastía quechua que 32 años atrás visito el monte de plata que le pareció majestuoso y hasta misterioso.

Se advierte la posesión de un grupo de capitanes españoles: también indígenas trabajando en la extracción del mineral. La fauna esta representada por llamas.

E1 autor de la Virgen del Cerro, cuyo nombre se desconoce. con minuciosidad ha logrado expresar la historia de un lugar que pronto alcanzó renombre mundial. Su inagotable plata originó el “vale un Potosí”, que equivale a fortuna, riqueza y poder.

Relievando la pintura hispanoamericana en sus manifestaciones y en su significación barroca, se destaca el pincel de Melchor Pérez Holguín. De el como de Zurbarán, podemos recordar a Juan Espinosa Medrano, poeta peruano (1629- 1682) que con el seudónimo de “E1 Lunarejo” con inocultable sentimiento decía:

“Infeliz animal es el hombre; nace con las lágrimas, vive a los combates, anda por los descansos y encuentra los afanes. Soñaron algunos filósofos, que su felicidad consistía en las opulencias de la fortuna; otros, que en el deleite de los sentidos; otros, que en la ciencia de la verdad; sonaron todos y muchos desvariáis con ellos, pero erraron menos los últimos que ciencia es alumbrarse de todo un Dios el entendimiento humano, y beberse con los mentales párpados todo aquel Océano de luces inefables, esto es ver a Dios en el verbo, como dicen, y ella es la suma felicidad para que nacimos...”.

San Pedro de Alcántara, La Sagrada Familia, San Mateo, Pentecostés, Resurrección de Cristo, San Juan Evangelista, Jesús Salvador del Mundo, San Agustín y Pentecostés y San Juan de Dios, son lienzos en los que el ascetismo y su recóndito e innegable fervor religioso le inspiran rostros un tanto tenebristas, orejas puntiagudas y un patético realismo.

Federico Hegel, filósofo alemán que identificó la naturaleza con el espíritu consideraba desde el concepto histórico que “pocas artes como la arquitectura y la pintura resumen mejor el carácter de un periodo como una clave esclarecedora". Esta realidad se advierte en la creación artística potosina donde irrumpe una Escuela por largas décadas reconocida y admirada en la que, junto a Holguín, aparecen respetados nombres. Como anota el Padre Bernabe Cobo en su Historia del Nuevo Mundo los monasterios y conventos no solo ofrecían sus paredes pare colgar telas sino que abrieron verdaderos talleres de pintura en diferentes ciudades.

Gaspar Miguel de Berrío, nacido en la villa potosina sorprendía por su minuciosidad, ingenio y realismo en sus lienzos: La Virgen del Rosario, La Virgen de la Merced, Asunción de la Virgen, San Nicolás de Bari, E1 patrocinio de San José. San Miguel Arcángel, San Agustín, La Divina Pastoral.

Los indígenas. no permanecieron indiferentes a la creación artística. Asimilaron con singular maestría el trabajo de los pintores de la época. Participaban en las festividades religiosas y aprendían rápidamente varios usos y tareas de los españoles.

Conservando sus costumbres ancestrales participaban en el culto. Garcilaso de la Vega, historiador (1539 - 1616) en sus Comentarios Reales describe "los indios de cada repartimiento pasaban con sus andas con toda su parentela y acompañamiento, cantando cada provincia en su propia lengua particular materna y no en general de la corte y llevaban sus atambores, flautas, caracoles y otros instrumentos rústicos musicales....".

En Potosí, Luis Niño, en el siglo XVIII, deslumbra con su pintura de los Andes, aparte de su condición de escultor y orfebre. El cronista Arzáns de Orsúa y Vela, con cierta ironía lo describe "como indio ladino, que estando embriagado pinta y esculpe con primor". La Virgen del Rosario y la Virgen de Sabaya, constituyen una herencia testimonial de la asimilación artística de los nativos de esta región de América.

La expresión plástica, no tardó en manifestarse en las manos indígenas.

Figuras conocidas de la pintura virreinal son Ignacio Ortega que retrato a San Lucas y Manuel de Córdoba que se inspiro en el momento en que Cristo cargaba la cruz de su martirio. Los dos, oriundos de Potosí, se remontan al siglo XVIII.

A su vez, Francisco de Herrera y Velarde, nacido en España llega a la Villa Imperial e influye en varios pintores, sin excluir a Holguín. En estas páginas esta incluido su lienzo María Magdalena.

De pintores anónimos, la Casa de Moneda, guarda valiosas obras de las décadas del siglo XVIII sobresaliendo: La Virgen del Carmen, la Virgen del Rosario, la Virgen María, San Rafael y Tobías, La Sagrada Familia, Cristo Negro de Malta, La Virgen de Cocharcas, El Niño de la Espina, La Virgen Niña Hilandera, La Virgen de la Merced, La Huida a Egipto, Nuestra Señora de la Antigua, Cristo con la cruz, San Pedro, La Virgen de la Paloma y el Nacimiento de Jesús.

En cada óleo, en base a colores disueltos en aceite secante, brilla ante todo la preferencia retratista como expresión religiosa de la Colonia que no daba, en buena parte de los autores, importancia al nombre y firma, sino a la complacencia íntima de haber realizado una obra de arte ya sea por vocación o como medio de sustento y trabajo silencioso.

De otro lado, como marco en el que se desarrolla la pintura en siglos pretéritos, resulta ilustrativa esta referencia:

“Por encima de los contrastes de la época, los principales factores de unidad con el sentido cristiano de la vida y la fidelidad al Rey, exteriorizados popular y clamorosamente cada vez que se celebran grandes festividades religiosas o profanos. Y sobre la base de este sentido religioso y de lealtad al Rey se entretejen otros ideales de enorme fuerza social como son, por una parte, el amor a la tierra, germen del sentimiento patrio en cada porción de Hispanoamérica; por otra, la conciencia de los méritos y servicios frente al Rey, de donde brota el sentido de los propios derechos frente al monarca o, en fin, la confianza en el poder real frente a los abusos de los poderosos o de los propios agentes del Rey, fundamento del derecho al buen gobierno".

De esa norma de vida, florece la pintura en América, especialmente en Potosí, engreído y orgulloso por la inagotable plata de su majestuoso Cerro Rico.

Quizá, para completar un marco de mayor información del prolongado apogeo de la pintura en la extensa Audiencia de Charcas sea necesaria una referencia breve sobre la técnica que prevaleció en estas otrora cotizadas tierras.

E1 arte plástico se realizaba al óleo.

"Surgió de la necesidad de un color resistente a la humedad del clima y además porque los aceites secantes, de los cuales depende la técnica, rara vez se preparaban en los países donde el aceite de oliva. que no se seca, era la principal producción".

La pintura al óleo - se afirma- debió ser el resultado de múltiples ensayos y pacientes investigaciones en los que de un modo inconsciente colaboraron numerosos artistas.

Su evolución fue larga.

En 1473, con esta técnica, se conoce que fue pintada una obra por un artista italiano.

Los expertos señalan que "aunque se puede pintar en cualquier superficie plana, madera, metal, mármol o pizarra, con tal de darle una preparación especial, no obstante, la tela es la materia más usada, pues el lienzo impone pocas limitaciones, ya que los colores preparados al óleo pueden dividirse en opacos y transparentes".

E1 pintado al óleo, tiene estas características:

"El lienzo que se teje con lino se estira en un bastidor provisto de cuñas colocadas interiormente en cada uno de los ángulos, con los cuales y haciéndoles penetrar más o menos se estira la tela hasta darle la tensión deseada".

El florecimiento de la pintura en Europa en sus diferentes etapas - gótica, renacentista, barroca, moderna - impuso definitivamente el óleo que se extendió en el mundo entero.

En 1649 en Sevilla, Francisco Pacheco publica su libro "Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas" que se convirtió en texto de consulta e información. "Todo ser y todo objeto posee los medios de manifestar su existencia, su forma, su color", se sostenía. añadiendo que "la pintura es la representación de los seres o de los objetos existentes realmente en la naturaleza, o creados por nuestra imaginación".

Con el Renacimiento surgió una tendencia humanista en el arte, aunque no pocos señalan que "produjo tres paradojas: fue un movimiento individualista que condujo a la masificación. de un movimiento naturalista que termina en la máquina, y, en fin, fue un humanismo que desembocó en la deshumanización ".

Los siglos XV y XVI, se caracterizan por la renovación renacentista en la literatura, la ciencia y el arte. Descubierto el Nuevo Mundo, no tardan las ideas y las costumbres en cruzar el Atlántico e influir notablemente en las extensas regiones de América.

La pintura, como se ha visto, irrumpe con indetenible vigor desde México hasta Buenos Aires y Córdoba. sin dejar de mencionar a Minas Gerais, Ouro Preto. Olinda y Bahía en el Brasil.

Sin embargo. Potosí en la inacabable y majestuosa región andina contaba con la sorprendente riqueza argentífera de su renombrado monte que sustento por 280 años los sueños, las ambiciones y hasta las debilidades de sus engreídos habitantes. Las expresiones artísticas no estuvieron ausentes y alcanzaron una jerarquía que en nuestro tiempo tan vertiginoso esta siendo redescubierta con inocultable interés

Así como la plata alimento a Europa, en estas alturas dió fuerza espiritual determinante a la creación artística, aunque poco hizo referencia al sudor de los indígenas en los socavones de angustia de las bocaminas de tan codiciado cerro.

La pintura potosina refleja la comunidad cultural que se ha dado entre América y España porque en sus magníficos lienzos palpitan los lazos indestructibles de hermandad que se forjaron en el pasado y que nos deben llevar a mirar juntos el porvenir con una visión que arranque de nuestra propia historia, del idioma común y del sentimiento religioso que perdura como testimonio de fe y esperanza.

Por su riqueza cultural - afirmaba el escritor boliviano Fernando Diez de Medina - para un pensar hegeliano Potosí es la ciudad concrete, inmanente, que se realice en la historia y obedece a la lógica de lo real - humano. Para un sentir kierkegaardiano Potosí es la patria del espíritu, lo que despierta y acicatea la indagación subjetiva, rica de contrastes y conflictos, que en su desgarrado devenir trasciende a futura redención.
 

 atrás