La Gran Sensibilidad de Vuelve Sebastiana

Escribe: Carlos D. Mesa Gisbert

Vuelve Sebastiana, su obra fundamental, fue concebida como una película antropológica, sobre todo por la presencia del investigador francés Jean Vellard que asesoró a los jóvenes cineastas. Su realización tiene que ver, en su concepción y en su tratamiento, con Los Urus (1951), uno de los pueblos más aislados e interesantes culturalmente de la zona altiplánica.

Sobre el guión de Luis Ramiro Beltrán y con la participación en la cámara de Augusto Roca, Ruiz nos narra una peculiar historia de afirmación de identidad étnica y cultural, y nos descubre una curiosa relación de dependencia y opresión entre pueblos del altiplano. El filme fue la primera gran aproximación al mundo de la comunidad chipaya (cada día más arrinconada y penetrada culturalmente) en medio del árido altiplano orureño.

Sebastiana Kespi una niña chipaya de doce años es la protagonista, asumiendo su propio rol en el filme. En una de sus caminatas de pastoreo Sebastiana se encuentra con un niño aymara, y de su mano, tras un poético rito de lenguaje de imagen a través del descubrimiento del pan, llega hasta el gran pueblo aymara al que los chipayas le tiene tanto miedo. Las frutas, la iglesia, la plaza, el comercio fascinan a la niña que descubre un nuevo mundo. No se trata aquí de la sutil aparición de la penetración occidental a través de los aymaras relativamente ïntegrados a occidente, sino de la relación cultural de cientos de años entre los dos pueblos y las dos culturas.

Ruiz trabajó todo el filme con una gran sensibilidad, y su estructura simple es totalmente poético. Algunos encuadres tienen paralelismo con la obra de Einsenstein en México, sin pretender por ello analogías conscientes imposibles precisamente en el caso del Viva México del maestro soviético. Fue una de las primeras experiencias de Ruiz y Roca con el color, del que extrajeron el vigor de los grandes contrastes entre el ocre y el azul, los dos colores dominantes en un altiplano seco y cielo intenso.

El texto de la película posibilita un quiebra (discutible) entre la imagen y el mensaje, un por su ingenuidad y un mucho por su visión occidental del problema. La voz de los chipayas es la propia imagen del filme, su reelaboración idealista es producto de las voces en off. A pesar de ello Vuelve Sebastiana es un gran documental, clave del cine boliviano que se ha tomado (a excepción de Sanjinés) con poco interés el modelo que Grierson encontró en nuestro cine y al que criticó después de ver la gran cantidad de material que había producido el ICB con otros parámetros.

Vuelve Sebastiana demostraba ya una nueva visión de las relaciones sociales en Bolivia, una nueva visión sobre la necesidad de encarar con profundidad una realidad conocida epidérmicamente. Su tema tradujo con madurez una complejidad que va más allá de la especificidad del pueblo chipaya, y ése es otro de sus valores importantes.

*Extractado del libro La aventura del cine boliviano